LA FORTALEZA DEL BAMBU.
Cuando hablamos de fuerza probablemente lo primero que llega a nuestra mente es la palabra RESISTENCIA. Sin embargo, todo guerrero, atleta, e individuo que le ha tocado ser fuerte debe reconocer que en la resistencia se encuentra una gran dosis de paciencia e incluso, de flexibilidad.
Hoy les quiero compartir algo que me toca muy de cerca, pues al vivir rodeado de naturaleza, esta gran maestra me sigue educando al mostrarme con su elocuente silencio todos y cada uno de sus cambios.
Desde mi balcón aprecio la majestuosidad de un bosque de bambú y he sido testigo por años de cómo esta poderosa manifestación de la naturaleza sin importar si lo cortan o la azota la violencia de un huracán, se levanta y vuelve a alcanzar su altura. Altura que simbólicamente representa de forma sutil el sentido real de la existencia, de la felicidad y del balance.
Lo que me lleva a pensar y a cuestionarme la siguiente pregunta ¿Cuál es tu altura? ¿Cuál es la altura de tu existencia, cuál es la altura de tu felicidad y de tu balance en la vida?
Así como el bambú, aun cuando es cortado, tronchado o abatido por las tormentas y los huracanes de la vida, opta por crecerse. Y ese crecimiento, al igual que el bambú es nuestro derecho y nuestra misión personal. Así es. Crecer, no solo físicamente con todos los cambios fisiológicos que esto representa, sino crecer mental, emocional y espiritualmente.
Esa es parte de nuestra misión y para eso… Hay que ser fuertes.
Interesantemente el bambú es una de las manifestaciones de la naturaleza de más rápido crecimiento en el planeta. El bambú puede crecer hasta un metro por día. Impresionante, ¿verdad?
Sin embargo, este crecimiento no es repentino. El bambú nos ensena a tener una actitud resiliente, pues este desarrollo no surgió de la noche a la mañana.
Antes de emprender un majestuoso y rápido crecimiento, el bambú pasó por un proceso al cual nuestra sociedad es alérgica y me refiero a la paciencia. Una virtud casi olvidada pues la mayoría de nosotros queremos las cosas para ¡ya!. Y nos enfrascamos en las soluciones rápidas e inmediatas, aunque esto represente quedarse en el mismo sitio y limitar nuestra capacidad de crecer, y alcanzar las alturas para las cuales estamos destinados.
Así es, no vinimos a este plano a permanecer pequeños, a soportar los embates de la vida y quedarnos tullidos, endebles y atemorizados. Vinimos a crecer, a alcanzar nuevas metas, que redunden en nuestra felicidad y en nuestro balance y bienestar. Y el bambú, es un excelente ejemplo de ello.
Antes del bambú dirigirse a las alturas, este pasó por un proceso de crecimiento interior. El bambú se tomó un lapso de 7 años creciendo hacia abajo. Anclando sus raíces. Lo mismo pasa con nosotros, pues todos y cada uno vamos pasando por etapas de crecimiento interior que nos llevan a entender, a comprender, a despertar y a prepararnos para los cambios que de alguna u otra manera tendrán que pasar.
Cada uno de nosotros lo queramos ver o no, va pasando por un proceso de crecimiento interior. Proceso que nos capacita para crear buenos hábitos y descartar otros. Así también como procesos de aceptación, de lo que queremos y lo que no.
Procesos en donde nos preparamos para expresar nuestra verdadera grandeza interior que nos lleva a la búsqueda de la felicidad y el balance, aun a pesar de los cortes, amputaciones y azotes de las tormentas y los huracanes de la vida.
La aparente inactividad del bambú en sus primeros siete años fue un estado por el cual todos pasamos y que no debería tomarse como uno de ‘brazos caídos’, sino como uno preparatorio para hacerle frente a los procesos de la vida.
Tu y yo al igual que el bambú, estamos destinados a crecer, trascender y alcanzar las alturas, sinónimo de balance felicidad, logros y trascendencia.
El bambú no se quedó creciendo hacia abajo, no se quedó en la sombra de lo que pudo ser, sino que aprendió y se fortaleció de su proceso interno para moverse a las alturas.
¿Y tú? ¿Cuántos años más pasarás inerte?
Es mi deseo que esta corta analogía que hoy te comparto desde mi balcón te sirva de aliciente para moverte, para que decidas crecerte y puedas ser tan alto y tan majestuoso como el bambú.
Pues al fin y a la postre… a eso vinimos.
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